miércoles, 31 de agosto de 2011

La pieza del mes. Septiembre de 2011


Cesta para cerezas

Tiras de madera de castaño trenzadas. 2009

Hervás


La cestería de mimbre ha tenido gran importancia en diversas localidades de la provincia de Cáceres, especialmente en la comarca de La Vera, pero la fabricación de cestos y otros enseres con fibra vegetal procedente del castaño ha estado mucho más limitada al Valle del Ambroz, donde se ha venido aprovechando una materia prima abundante en la comarca para desarrollar una industria artesanal que conoció su apogeo en el siglo XX.

El Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España recopilado por Pascual Madoz no recoge, a mediados del siglo XIX, ninguna referencia a esta artesanía en los pueblos extremeños de la zona, aunque sí en la cercana Montemayor (Salamanca); sin embargo consta que se trabajaba la fibra vegetal al menos desde 1752, en que el Catastro del Marqués de la Ensenada refiere la existencia de cuatro banasteros en Hervás.

La Guía de la Artesanía de Extremadura, publicada en 1980 por el profesor Honorio Velasco, recogía veintiún talleres de cestería abiertos en Baños de Montemayor y Hervás, pero auguraba su posible desaparición a medio plazo. Lamentablemente, en la actualidad no queda ni media docena de aquellos artesanos en activo, si se suman los de estas dos localidades más Aldeanueva del Camino. Entre los pocos artífices que siguen trabajando se encuentra Longinos Hernández Prol, quien continúa con la tradición sin renunciar a la renovación de su oficio, produciendo no sólo las piezas que eran de uso común en el pasado, sino también objetos de mobiliario acorde con los gustos y salidas comerciales actuales.

El proceso de fabricación comienza con la elaboración de las tiras vegetales a partir de la madera del castaño, a base del trabajo con la azuela y las cuchillas; con estas tiras ya cortadas y pulidas, de una anchura aproximada de 5 cm., se trenza un cuadrado que sirve de fondo de la pieza, y a partir de ahí se van levantando las paredes del cesto, tejiéndolo con otras tiras cruzadas de menor anchura, en torno a los 3 cm., hasta alcanzar la altura deseada. El remate del repulgo o borde solía hacerse con una correa que festoneaba todo el borde en espiral; en la actualidad se hace con rama fina de castaño claveteada y cosida al cesto con tiras de la misma fibra, y el asa es también de madera embutida en el trenzado del cesto por la parte interna y asegurada con clavos.

Si las formas más tradicionales eran los cestos para la ropa o el pan, en la actualidad se busca más un uso decorativo, sin perder la funcionalidad en tareas todavía vivas como la recogida de la cereza, base de la economía en el Valle del Jerte y también importante en el Ambroz. La cesta que se expone fue donada al Museo por la Asociación “Adaegina” Amigos del Museo de Cáceres en Marzo de 2009.

lunes, 1 de agosto de 2011

La pieza del mes. Agosto de 2011


Llave andalusí

Siglos XII-XIII

Provincia de Cáceres

Desde su origen las personas han sentido la necesidad de proteger sus viviendas: la llave, el objeto que abre y cierra, tiene un alto contenido simbólico más allá de lo puramente funcional: es San Pedro el que porta las llaves del cielo, quien abre la puerta de la vida eterna, y son las llaves de una ciudad su símbolo de hospitalidad más importante.

Las primeras llaves aparecen en el mundo egipcio, y estaban formadas por dientes que al introducirse en la cerradura haciendo palanca, desplazaban las distintas clavijas, sin necesidad de girar la llave. El mecanismo se fundamentaba en el tamaño y número de dientes y la distancia entre sí que tenían que coincidir con las clavijas de la cerradura.

En el mundo romano también existían las llaves con dientes, que mediante un movimiento vertical hacían coincidir los dientes con los orificios internos, seguidamente se desplazaba la llave horizontalmente para desbloquear el pasador interior de la cerradura. Los anillos con llaves incorporadas fueron muy populares tanto en hombres como en mujeres y correspondían a pequeñas cajas y cofres.

Otras llaves eran planas con calados en la hoja en lugar de dientes lo que obligaba a que los orificios coincidieran con el interior de la cerradura y al desplazar la llave verticalmente, si coincidían, el pestillo se elevaba y se abría la puerta.

Los modelos de llaves de al-Andalus, eran similares a los usados en el norte de Europa, mucho más complejos. En el extremo de la llave estaba el paletón donde se disponían los dientes, según su disposición la llave podía entrar o no en la cerradura. En el interior de la cerradura la llave giraba gracias a que los espacios libres del paletón no encontraban obstáculos ya que debían de coincidir con los del interior de la cerradura, en el final del giro los dientes desplazaban la cerradura y ésta se abría.

Esta llave ingresó en el Museo de Cáceres a principios del siglo XX probablemente procedente del término municipal de Cáceres. Es de hierro y de sección cuadrada; el ojo es circular sin decoración y se une al ástil, también denominado tija, en su parte más gruesa, su función es la de poder sujetar la llave y girarla para abrir la cerradura. El ástil es de sección cuadrada y va disminuyendo su grosor desde la unión con el ojo hasta el otro extremo que es más delgado; en el otro extremo está el paletón en forma de S que se une a la tija en un solo punto dejando espacios libres o guardas. En el extremo exterior del paletón se encuentran tres dientes separados entre sí.

La tradición cuenta que los judíos y musulmanes expulsados en la España medieval, portaron con ellos las llaves de sus viviendas, que guardaron durante generaciones, con la esperanza de volver y abrir una vez más sus casas.