martes, 28 de septiembre de 2010

La Pieza del mes. Octubre de 2010


Cruz de altar

Finales del siglo XVI-principios del XVII

Madera, nácar y tinta negra.

44,4 x 18,8 x 9,2 cm.


Se trata de una pieza de altar, recientemente restaurada, que responde al modelo de la llamada Cruz de Jerusalén, en razón de su terminación con extremos trilobulados. Según ha estudiado Marcos Villán, estas cruces se fabricaban bajo el control de los santuarios franciscanos de los Santos Lugares para su entrega a los peregrinos o su envío a los conventos e iglesias europeas, por lo que frecuentemente aparecen en los conventos de las distintas ramas de la orden. En este sentido se conservan otros ejemplares en Arenas de San Pedro, Segovia, Valladolid y, Medina de Rioseco, todas de madera recubiertas con placas de nácar decoradas.

La cruz del Museo de Cáceres, ingresada en 1919 como parte del legado testamentario de D. Vicente Paredes Guillén, presenta un basamento en forma de tronco de pirámide asentado en tres pequeños cilindros, y otros tres en cada uno de los lados del basamento. En la parte superior descansa la cruz propiamente dicha. Su brazo vertical presenta dos cilindros en la parte inferior, dos en la parte media y tres en la superior, al igual que los extremos de los brazos horizontales, formando así cinco cruces, dando lugar a la denominada Cruz de Jerusalén. Estos cilindros están decorados con bases geométricas de nácar cuya decoración consiste en rombos con dos tipos de incisiones, resultando una figura similar a un copo de nieve. Todos los cilindros producen la sensación de adornos circulares o volutas.

La decoración de la cruz se basa en la técnica de la taracea con nácar. En el basamento, dentro de un óvalo, aparece la figura de San Buenaventura portando un árbol en la mano derecha y sosteniendo lo que podría ser un rosario en la izquierda, rodeado de flores y los motivos geométricos de los cilindros, y todo enmarcado por una cenefa de motivos geométricos.

En el centro de la cruz aparece Cristo Crucificado, de tres clavos y cubierto con paño de pureza anudado a la cadera cayendo por el lado izquierdo. Enmarcado por una cenefa de motivos geométricos, sobre él, en una pequeña madera incrustada, vemos la inscripción INRI y, encima, la representación circular del emblema franciscano, los brazos cruzados de Cristo y San Francisco (con el hábito) y la cruz entre los dos brazos en la parte superior de estos. Significa la conformidad de San Francisco con Cristo: el crucificado del Alverna y el crucificado del Gólgota.

Debajo de Cristo aparece la Virgen con una sola espada que le atraviesa el pecho, haciendo alusión a la profecía de Simeón que el día de la Presentación de Jesús en el Templo, le anuncia a la Virgen que una espada de dolor le atravesará el alma. En el siglo XV se pasa de una espada a siete, correspondiendo con los siete dolores que la Virgen sufre por su hijo.

Entre ambas figuras se muestra un círculo con la Cruz de Jerusalén. Surgió como escudo de armas del reino de Jerusalén (1098) cuando la Primera Cruzada capturó la ciudad santa y eligió a Godofredo de Bouillon, duque de la Baja Lorena, como rey de Jerusalén. Es una cruz grande central con cuatro cruces griegas, una entre cada brazo de la mayor. Un total de cinco cruces representa las cinco llagas de Jesucristo al ser crucificado: dos en las manos, dos en los pies y una en el costado. También se considera que la Cruz grande simboliza a Jesucristo y las cuatro pequeñas a los cuatro evangelios proclamados en las cuatro esquinas de la tierra, comenzando en Jerusalén.

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